Ficha Censor 

Juan Pérez de Montalbán 

Pérez de Montalbán, Juan (Madrid, 1602-Madrid, 1638) Dramaturgo y censor. La figura de Pérez de Montalbán resulta interesante tanto desde el punto de vista teatral como en su faceta librera. Pero tuvo también Montalbán mucha participación en la censura literaria de su época: "Un grupo que pertenece a los círculos literarios, formado por los adeptos o amigos de Lope [José de Valdivieso, Juan de Jáuregui, Paravicino y Vicente Espinel, nombrados por Montalbán en la Fama Póstuma de Lope al relatar los últimos instantes del Fénix], monopoliza de manera manifiesta la actividad censora" de las ediciones financiadas por el librero; "todos estos censores pertenecían al mundo de las Letras y formaban parte del «clan» de Lope" [Cayuela, 2005: 53-55]. En efecto, como señalara Simón Díaz, "incluso en tramitaciones tan aparentemente administrativas como las que determinaban las designaciones de los censores, los más hábiles lograban que la tarea se encomendase a sus amigos más incondicionales y mal puede atribuirse a la casualidad que de manera reiterada el enjuiciamiento de las Partes de las comedias de Lope se encargue a Espinel, Pérez de Montalbán o Valdivielso" [2000: 52]. Por ejemplo, si "a fin de enero" de 1635 Montalbán firmaba una elogiosa aprobación a la Cuarta parte de comedias de Tirso, el mercedario hizo lo propio con la Parte primera de Montalbán el 20 de junio de ese mismo año. Y ello pese a que, no mucho tiempo antes, sobreactuaba su celo como censor, ofreciéndose para denunciar a quien se saltara los controles legales: "Cuando sea menester yo informaré a los Señores del Consejo, del impresor librero que lo hacen para que con el castigo se remedie el atrevimiento de imprimir sin su licencia" (Para todos, 1633); y es que, en efecto, "se conocen algunos procesos por ausencia de licencia en impresos menores, como el caso de Sevilla de 1641, donde fue habitual la impresión de obras ilegales" [Reyes Gómez, 2000: 319]. Era pródigo Montalbán en comentarios de este tipo; en el primer volumen recopilatorio de sus comedias (1635) sugería que, más allá de la literalidad del texto impreso o manuscrito en esas copias de compañía (que era lo que se podía controlar más fácilmente), había que estar muy atento a las cosas censurables que podían colarse gracias a la propia práctica escénica y la intención que pusieran los actores al declamar o gesticular: [Os consagro este tomo de mis comedias] para que las censuréis en vuestro aposento, que aunque parecieron razonablemente en el tablado, no es credito seguro; porque tal vez el ademán de la dama, la representación del héroe, la cadencia de las voces, el ruido de los consonantes, y la suspensión de los afectos, suelen engañar las orejas mas atentas, y hacer que pasen por rayos los relámpagos, porque como se dicen aprisa las coplas, y no tiene lugar la censura para el examen, quedan contentos los sentidos, pero no satisfecho el entendimiento. Ese doble juego de Montalbán quedó a veces al descubierto; por ejemplo cuando, como hicieron otros, decidió sortear la prohibición de publicar novelas y obras teatrales por el astuto procedimiento de disimularlas dentro de misceláneas, y se le denunció públicamente. Así, Jerónimo de Vera escribió: ¿Es posible que a quien sólo tiene nombre en los Carteles de Comedias y profanos teatros se le permita hacer juicio de las obras de los santos Padres y doctores de la iglesia? No, sino que cautelosamente habrá estampado sus libros sin licencia superior, como sin aprobación porque es más que cierto, que se le hubiera negado. (carta "En que critica el Para todos del Dr. Juan Pérez de Montalbán. Salamanca, 8 de julio de 1632". BNE, Ms. 12.964, 52) No renunció Montalbán a criticar a su vez a Vera por poner en duda las decisiones del Consejo: Atribuye a maña la inserción, de comedias y novelas, queriendo, sea por aumento de volumen; como si ellas solas no se granjearan el mismo agrado. Díganlo, díganlo los teatros librerías; y por sus Novelas ejemplares, dos o más veces impresas, las lenguas de los que las piden; como las extrañas que las tradujeron prohijándolas a un idioma. Dice más; que hizo [Montalbán] este libro por sola la edición de las Comedias que están prohibidas a la estampa. La prohibición ignoro, pero no (salvo la paz de tanta sospecha, que paso por malicia de su calumnia) sus utilidades. [Cayuela, 1996: 39] Montalbán firmó (y lo hizo como notario de la Inquisición) la aprobación eclesiástica de la Parte Cuarta de Tirso (1635), volumen que lleva también la aprobación civil de Lope. El texto, que contiene una firme defensa de su amigo el mercedario, es el siguiente: Aprobación del doctor Juan Pérez de Montalbán, notario apostólico del Santo Oficio de la Santa Inquisición, a la Cuarta Parte de Comedias del maestro Tirso de Molina. Por comisión y precepto del señor licenciado don Lorenzo de Yturizarra he visto la Cuarta parte de las comedias del maestro Tirso de Molina, cuyo nombre es el mejor crédito de su censura, porque siendo suyas –que con eso se dice todo– no necesitan […] de advertencias para su corrección. Pero supuesto que es fuerza cumplir con el orden que en esta materia se guarda, digo que no tienen cosa que disuene de la verdad católica ni palabra que ofenda las orejas del más escrupuloso cortesano […] me contentaré con asegurar que merece no sólo la licencia que pide para imprimir esta Cuarta parte, sino un género de apremio honroso para obligarle a que dé muchas a la imprenta […] en pesadumbre de los maldicientes. Así lo siento. En Madrid, a fin de enero deste año de 1635. El doctor Juan Pérez de Montalbán. Advierte Florit que "se trata de la aprobación o censura eclesiástica ordinaria, lo que quiere decir que, pese a estar firmada por Pérez de Montalbán, que en ese momento era notario de la Inquisición, no se trata de una censura inquisitorial, sino de la ordinaria, es decir, de la diócesis. De modo que Pérez de Montalbán aprueba la Cuarta parte en su condición de clérigo presbítero de la diócesis y no en tanto que notario del Santo Oficio. Por otra parte, destaca que "es digna de resaltar esta sentida y extensa aprobación del buen amigo de Tirso, el escritor madrileño Juan Pérez de Montalbán […] puesto que se configura, en mi opinión, como una de las mejores radiografías que se han hecho del arte dramático del Mercedario" [Florit, 1999: 55, n. 9].