Ficha Censor 

Antonio Mira de Amescua 

MIRA DE AMESCUA, ANTONIO (¿1574?-1644) Nació en Guadix (Granada) entre 1574-1577, hijo natural de Melchor Amescua y Mira y Beatriz de Torres y Heredia, ambos solteros. Hizo sus primeros estudios en Guadix, pasando después a estudiar Cánones y Leyes en Granada, donde se ordenó sacerdote y se hizo cargo de la capilla de los Reyes Católicos. Mira estuvo vinculado a la Corte desde 1606; permaneció al servicio del conde de Lemos hasta 1616, residiendo con él en Nápoles, y formando parte de la nutrida academia literaria que formó este noble en torno a su corte italiana. En 1622 consiguió una capellanía en Madrid, ciudad donde ya había estado residiendo muchos años, participando activamente en su vida literaria: tertulias, teatro, concursos poéticos, etc. Escribió muchas aprobaciones de libros, así como numerosas poesías en elogio de las obras de otros autores. Sin embargo, el carácter de Mira de Amescua debía de ser algo desequilibrado, con tendencia al malhumor y la agresividad; de sus malos modos dan fe algunos incidentes acaecidos con el cabildo, incluso en los corrales de Madrid. La arbitrariedad de muchas de sus acciones se atribuye por algunos de sus biógrafos a su nacimiento ilegítimo. Entre sus amistades literarias se contaba Lope de Vega, aunque Mira no participó en el volumen Fama póstuma escrito por los amigos y discípulos del Fénix a su muerte. A pesar de ello, ambos se habían intercambiado elogios en varias ocasiones; entre los admiradores de Mira se contaron también Cervantes, Pérez de Montalbán o Rojas Villandrando, que lo destacó entre los dramaturgos que citaba en su Viaje entretenido (1603). Sin embargo, la actividad teatral de Mira anterior a ese año es poco conocida, ya que sus mayores éxitos empezó a cosecharlos a raíz de su vuelta de Nápoles, en 1616. Dramáticamente, la obra de Mira de Amescua pertenece a la escuela de Lope, aunque quizá no hasta el punto que lo afirmaba Cotarelo: "Mira no es más que un discípulo y continuador de Lope de Vega. No introdujo ningún cambio en la manera de concebir y presentar el drama nacional". Pero sus piezas teatrales se caracterizan por una gran inventiva, por lo novedoso de los temas y lo audaz de sus planteamientos. El lenguaje y el estilo son también notables, a pesar de su tendencia a cierto recargamiento gongorino; la versificación de las comedias de Mira es, asimismo, muy variada y armoniosa. Entre las críticas que se hace a sus obras hay coincidencia en señalar graves fallos de construcción teatral, con acciones atropelladas y caóticas, así como dobles intrigas que debilitan la trabazón interna de las escenas. En su corpus teatral destaca el elevado número de piezas religiosas, tanto comedias como autos sacramentales; en su calidad de religioso, Mira poseía una gran cultura teológica; sus autos, por ejemplo, suponen ya una superación del carácter más bien anecdótico de los de Lope, y prefiguran en cierto modo el tratamiento alegórico de los de Calderón. El más destacado es quizá Pedro Telonario; entre sus comedias de tema religioso sobresalen La mesonera del cielo o El esclavo del demonio. En 1632, tras obtener el cargo de arcediano de la catedral de Guadix, se trasladó definitivamente a su ciudad natal, donde permaneció hasta su muerte, sucedida en 1644. Estos últimos años los vivió de forma tranquila, aislada, oscura incluso, olvidado por los círculos literarios y por el público. Su muerte, de hecho, pasó completamente desapercibida.