CALDERÓN DE LA BARCA HENAO Y RIAÑO, PEDRO (1600-1681) Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid el 17 de enero de 1600, en el seno de una familia de clase media; fueron sus padres Diego Calderón de la Barca (secretario del Consejo y de Hacienda) y Ana María de Henao. Se educó con los jesuitas en su Colegio Imperial de Madrid, entre 1608 y 1613; estudió después Lógica y Retórica en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1615 pasó a la de Salamanca, donde se graduaría de bachiller en Cánones. Según su biógrafo Vera Tassis, entre 1623 y 1625 participó Pedro Calderón en varias campañas militares. Sus primeras actividades literarias se documentan en el certamen poético celebrado en Madrid en 1620, con motivo de la beatificación de San Isidro; pocos años después estrenaría sus primeras obras dramáticas. Pero su etapa más brillante como autor teatral comenzará en la década de los treinta, tanto en los corrales públicos como en los escenarios palaciegos; en 1636 se publicó la primera parte de sus comedias, y el año siguiente el segundo; también en estos años empezó a escribir sus primeros autos sacramentales, cuya representación le correspondería casi en exclusiva en las décadas sucesivas. Aunque su biografía carece de hechos muy destacables ("biografía del silencio" la llamó Valbuena Prat, aludiendo a la discreción de Calderón), participó activamente en la vida de la Corte, donde fue un personaje muy respetado e influyente. Obtuvo el hábito de Santiago y volvió a participar en campañas militares (en Fuenterrabía contra los franceses, y en la rebelión de Cataluña) a finales de los treinta y comienzos de los cuarenta. Su actividad literaria decayó a mediados de la década de los cuarenta, a consecuencia de los sucesivos cierres de los corrales de comedias, así como de la muerte de sus hermanos José (1645) y Diego (1647); en 1651 decidió ordenarse sacerdote, ocupando la capellanía de los Reyes Nuevos, de Toledo. Aunque siguió escribiendo comedias y entremeses, a partir de entonces dio prioridad a la composición de autos sacramentales. En 1663 regresó a Madrid, el año siguiente se publicó la tercera parte de sus comedias, y poco después fue nombrado capellán de honor del rey y de la Congregación de presbíteros madrileños. Pero la muerte de Felipe IV en 1665 marcaría la decadencia del ritmo de su producción dramática, ya que Carlos II mostró mucho menos interés por el teatro. Tampoco su situación económica debió de ser muy boyante en la etapa final de su vida. Murió el 25 de mayo de 1681. Los problemas bibliográficos que presenta la obra teatral de Calderón son notables; al igual que a Lope de Vega, se le ahijaban piezas que nunca salieron de su pluma, sobre todo comedias, ya que, en el caso de los autos sacramentales, hay suficiente documentación como para establecer con ciertas garantías un corpus calderoniano fiable. En vida del autor se publicaron varias Partes de sus comedias; junto con los manuscritos autógrafos, esos tomos gozan también de cierta autoridad textual, aunque no todas las piezas allí incluidas son de paternidad segura. El mismo Calderón hubo de salir en ocasiones a desmentir que fueran suyas ciertas obras que circulaban impresas a su nombre; hay ciertas listas de comedias apócrifas, redactadas por el dramaturgo o su editor, Juan de Vera Tassis, que han facilitado la labor de la crítica, pero el problema bibliográfico calderoniano está lejos de resolverse de forma definitiva. Tan sólo con Lope de Vega cabría comparar a Calderón en cuanto a su importancia en la historia del teatro español; si Lope fue prácticamente el creador de unos nuevos moldes para la comedia, Calderon fue quien la hizo el emblema de la cultura barroca. El teatro del Siglo de Oro queda, pues, dividido en dos grandes etapas: el ciclo lopesco y el ciclo calderoniano, cada uno con sus imitadores, discípulos y epígonos; pero la influencia de Calderón se prolongó durante más tiempo, condicionando la manera de hacer teatro hasta bien avanzado el siglo XVIII. Su sello personal no quedó fuera, tampoco, de casi ningún género teatral: perfeccionó la morfología del auto sacramental, algo tosca en la dramaturgia de Lope; puso de moda las obras musicales, con óperas y zarzuelas de gran aparato que se convirtieron en el modelo a imitar; incluso en el teatro breve supo adentrarse sin complejos, cultivándolos con profusión y extraordinaria habilidad. Pero fue en la Comedia Nueva donde Calderón se ejercitó con mayor frecuencia, tocando todos los temas y dejando en cada uno de ellos alguna obra maestra del teatro español: La vida es sueño en el drama filosófico; El médico de su honra o El alcalde de Zalamea en el drama de honor; El secreto a voces o La dama duende en la comedia de enredo, por citar sólo algunas de sus comedias más conocidas. Encontramos en ellas una serie de preocupaciones comunes, que van siendo expresadas con diversos registros: el tema del honor; la relación del hombre con el poder político; la responsabilidad moral del hombre; o el conflicto, típico de su época, entre realidad e ilusión. Estilísticamente, las obras dramáticas de Calderón se caracterizan por un lenguaje brillante, de una retórica deliberadamente barroca, gustosa de las metáforas brillantes, los juegos de palabras y las paradojas más rebuscadas; una intensificación, en definitiva, del lenguaje gongorino, aunque sin renuncia a esa incorporación de elementos populares y folklóricos que había propiciado Lope de Vega. Presidiendo siempre el teatro calderoniano, una búsqueda del contrapunto de tono y lenguaje por medio del humor y la parodia (incluyendo en ella, de manera notable, la autoparodia).