VÉLEZ DE GUEVARA, LUIS (1579-1644) Vélez de Guevara padre fue uno de los principales dramaturgos del siglo xvii, tanto en lo que respecta a la calidad de muchas de sus obras, como a su fecundidad. Aunque apenas se ha conservado un centenar, diversos testimonios de la época le atribuyen la paternidad de unas cuatrocientas piezas teatrales, lo que le sitúa como uno de los autores dramáticos más prolíficos de todo el período. Nacido en Écija (hacia 1579, aunque la fecha exacta es dudosa), en el seno de una familia modesta y con algún antepasado judío, Luis Vélez de Santander (que éste era su segundo apellido, aunque lo cambió años después por el más ilustre de Guevara) cursó estudios en la Universidad de Osuna, sirvió luego al arzobispo de Sevilla, Rodrigo de Castro, y acabó pasando a combatir en Italia y Argel a las órdenes del conde de Fuentes y Andrea Doria. De vuelta a España continuó su carrera en la Corte, primero en Valladolid (donde comenzó a trabar sus primeras amistades literarias) y a partir de 1607 en Madrid (donde sirvió a distintos nobles, como el conde de Saldaña o el marqués de Peñafiel), para entrar en 1625 al servicio del propio Felipe IV con el cargo de ujier real. La vida de Luis Vélez se desarrolla en estos años de forma algo atribulada, entre numerosos y efímeros matrimonios, rencillas cortesanas y sobresaltos económicos. Paralelamente a la fama de pedigüeño y moroso que se fue granjeando, Vélez destacó ya desde comienzos de siglo como dramaturgo fecundo e inspirado. Con su estabilidad personal le llegó también el éxito rotundo en la escena teatral, donde quizá sólo Lope de Vega le superó en la estima del público. El propio rey le introdujo en su entorno como asesor literario; Vélez se vio favorecido, sin duda, por su talante amable e ingenioso, su agudo sentido del humor y su capacidad para desenvolverse en los ambientes cortesanos con cierta habilidad. A pesar de todo, nunca consiguió una situación económica desahoga­da, pasando verdaderos apuros hasta el final de sus días, que le llegó en Madrid en 1644. Sólo tres años antes había publicado El diablo cojuelo, la novela satírica que le ha otorgado la mayor parte de su fama póstuma, más allá de los muchos éxitos teatrales que logró en su época, y que no han sido suficientemente reconocidos después. Y es que Luis Vélez fue sobre todo un hombre de teatro (como lo sería también su hijo Juan, que destacó sobre todo como entremesista) y cultivó la mayor parte de los subgéneros teatrales, dando muestras en casi todos ellos de poseer un gran talento dramático. Fue el astigitano un dramaturgo especialmente preocupado por las cuestiones escenográficas, y muchas de sus obras se caracterizan por una tendencia a la espectacularidad en el montaje; tanto es así que Cervantes, partidario de otro modelo teatral más austero, bromeaba con ironía sobre sus comedias "de ruido y tramoya". La teatralidad de sus obras resultó una innovación notable, y Vélez contribuyó a muchos avances escénicos realizados tanto en los corrales de comedias como en las representaciones teatrales cortesanas. En el debe de Luis Vélez suele ponerse también una cierta falta de originalidad, aunque este concepto tenía poca importancia en su época: escribió mucho teatro, pero gran parte de sus obras son variaciones sobre un tema o un argumento ya desarrollado en obras propias o de otros autores, práctica habitual en casi todos los comediógrafos. En este sentido, su producción dramática resulta bastante irregular, aunque sin duda son muchas las grandes comedias salidas de su pluma, obras llenas de intensidad lírica o de fuerza trágica. También en el teatro breve nos dejó el astigitano muestras de su ingenio y buen humor en las pocas piezas suyas que nos han llegado.